Inmortalizada en aquellas letras del vals del maestro José A. Morales, San Gil es un homenaje viviente a las raíces de Santander, donde se entretejen historia, cultura y paisaje.
Porque una vez que llegues, efectivamente “cruzarás por el puente que no olvido, que conduce hacia el camino del parque Gallineral”, con sus ceibas gigantescas adornadas con musgos de magníficos festones, tal vez una de las postales más reconocidas de la Perla del Fonce… Porque así se le conoce, ya que es imposible desligar a San Gil de su emblemático río, que en su raudo transcurrir es el paraíso para los amantes de las actividades de aventura gracias a sus rápidos ideales para la práctica del rafting.

Cargada de tradición, por aquí pasaron los Comuneros “de Galán y de Alcantuz en su grito de rebelión que en fiera llama se extendió hacia las tierras del sur”. Balcones de clásico español adornan sus calles históricas en torno al Parque de la Libertad, donde departirás en sus variados cafés y restaurantes, bajo un cielo despejado y con agradable clima, o al caer la tarde…
Pocas ciudades de Colombia presentan tantas facetas y contrastes entre lo urbano y lo rural, con su intensa actividad como polo comercial de una región con tradición agropecuaria, y el diario ir y venir de cientos de transeuntes, entre citadinos, turistas extranjeros y nacionales. Porque así mismo es reconocida como la Capital de la Aventura, y sede de una moderna y creciente infraestructura hotelera, desde pequeños hostales hasta verdaderos resorts.

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Sobran las palabras, quien la vive es quien la goza. Porque al fin y al cabo, San Gil no es para describirla. Es para disfrutarla, tan plena y vibrante como sus deportes extremos.