…que aún no ha sido fundada. Al menos oficialmente.

Porque nadie duda de la existencia e importancia de Bucaramanga a nivel nacional. Pero lo que muchos no saben es que en realidad no existe un documento oficial que contenga la fundación, como tal, de la Ciudad Bonita. Hacia el siglo XVI la fundación de ciudades emanaba directamente del Rey de España, y en todo el oriente del país sólo existieron tres ciudades formalmente fundadas: Vélez, Pamplona y Girón. Hacia el Aniversario No. 398 de Bucaramanga, escuchemos las sorprendentes y curiosas enseñanzas de la historia…

El primer lugar visitado por los exploradores europeos

Bucaramanga ya había tenido su sitio en la historia, incluso previo a la colonización. Antes que los españoles, el primer europeo en adentrarse en suelo continental fue el conquistador alemán Ambrosio Alfínger. Proveniente de Santa Ana de Coro en Venezuela y tras bordear el lago de Maracaibo, ingresó en 1531 a territorio colombiano por la Serrania de Perijá en tierras del Valle de Upar, actual Cesar. Tras encontrar dura resistencia indígena, descendió siguiendo el curso del Río Magdalena hasta encontrar el Lebrija para llegar a tierras de Santander. A finales de 1532 su hambrienta y diezmada expedición acamparía en una planicie de saludable clima y apta para su defensa. Allí se alimentaron entre otras cosas de caracoles que abundaban en la laguna de San Mateo, en el sitio que en la actualidad ocupa la Plaza Central de Mercado de Bucaramanga. Por ello fue llamada la meseta o Sabana de los Caracoles.

Travesía de Ambrosio Alfínger en América

Luego intentaron regresar hacia Maracaibo pasando por las actuales tierras de Vetas, en cercanías al Páramo de Santurbán, donde se hicieron a un botín de oro con el cual prosiguieron hacia Norte de Santander. Pero nunca alcanzaría su meta, pues en mayo de 1.533, en el territorio de lo que hoy es Chinácota, entre Pamplona y Cúcuta, una flecha de los indios chitareros atravesaría su garganta y moriría tras cuatro días de agonía, llevándose consigo los secretos de su odisea.

Tiempo después, cumpliendo órdenes de Gonzalo Jiménez de Quesada, el español Martín Galeano inició la exploración de las tierras de Guane recorriendo el Cañón del Chicamocha hasta Gérira, en cercanías a la actual Mesa de los Santos, desde donde divisaron la meseta de la “laguna de los caracoles”, donde acampó Alfínger 18 años antes.

La expedición encontró las tierras atravesadas por un apacible río cuyas aguas arrastraban considerable cantidad de muy pequeños granos de oro, por lo cual fue bautizado como “Río de Oro”, iniciando una “fiebre” por el preciado metal, llegando buscadores hasta de la misma España. Este solitario paraje se convirtió en centro de atracción de ambiciosos encomenderos y mineros que, en su afán por obtener mano de obra gratuita para explotar las minas, despoblaron los caseríos de los indios.

En dicha época fue más importante el hoy vecino municipio de Girón, asiento de las autoridades coloniales, pues la cercana meseta de Bucaramanga solo eran pajonales donde acampaban los indios que lavaban el oro de aluvión a orillas del rio. Y como ocurre con estas bonanzas, el oro enriqueció a los blancos pero significó una desgracia irreparable para los aborígenes que se vieron condenados casi al exterminio.

Esto llevó al rey de España a expedir las Leyes Nuevas para impedir la extinción total de los nativos. Pero lo único al alcance de los Visitadores encargados de hacerlas cumplir, fue concentrar a los sobrevivientes en pueblos de indios, e incentivar la migración de colonos españoles para repoblar el territorio. Los abusos, epidemias, hambrunas, revueltas indígenas y la amenaza de extinción, llevaron a tres indios lavadores de oro a viajar a Santafé de Bogotá a denunciar tan grave situación.

Nace la Real de Minas

Por ello, la Real Audiencia comisionó al más antiguo Oidor, don Juan de Villabona y Zubiaurre para visitar las minas de Las Vetas, Montuosa, Suratá y Río de Oro, hoy Bucaramanga y su zona contigua. Ello fue aprovechado por el piadoso cura doctrinero, Padre Miguel de Trujillo, para poner de presente la necesidad de congregar a los indios en un sitio adecuado para adoctrinarlos, pues la zona donde vivían y trabajaban era muy extensa. Atendiéndole, el Oidor ordenó el 4 de noviembre de 1622 que “los indios se reduzcan, junten y agreguen y pueblen en el sitio y asiento que llaman de Bucaramanga.”.

Y así, el 22 de diciembre de 1622, en presencia del capitán Andrés Páez de Sotomayor encarnando a la autoridad de la Corona, en un tambo con techumbre pajiza a modo de iglesia, en cercanías a la actual Capilla de los Dolores, españoles y nativos se congregaron para oír devotamente la misa rezada por el Padre Trujillo, “rogando del Supremo Hacedor la protección, conservación y desarrollo del rancherío, sin más ceremonia o fundación como tal, pues se trataba simplemente de un cambio de sitio.

Arriba, Capilla de los Dolores, que se conserva casi intacta. Aunque muchos la consideran como punto de fundación de la ciudad, en realidad fue un tambo o quiosco con techo en paja, a poca distancia de allí, hacia el actual Parque Romero.

Así Bucaramanga fue titulada Real de Minas, o sea campamento donde residían los indios encargados de la explotación de las minas, un resguardo indígena que dependía de la jurisdicción de Pamplona. Cuando el oro comenzó a escasear, hasta desaparecer la minería a orillas del Río de Oro, se convirtió paulatinamente en un pueblo de criollos y mestizos, desplazando a los indígenas.  En 1772 los pocos indios que quedaban son enviados a la población de Guane, y viene una segunda fundación, como “Parroquia de Nuestra Señora de Chiquinquirá y San Laureano del Real de Minas de Bucaramanga”.

Una de las primeras imágenes que se tenga de Bucaramanga, donde aún se aprecian los techos en paja. Foto: Gavassa

En tiempos de las luchas independentistas Bucaramanga no tuvo tanto protagonismo como el sur de Santander, decisivo para la libertad de la patria. Pero aquí tuvimos nuestro aporte a la historia. Da fe de ello el monumento a la memoria de Custodio García Rovira, el prócer bumangués del “Firmes, Cachirí, carajo!”, que pronunciara en angustioso llamado ante la desbandada e inminente derrota de sus tropas en el páramo de Cachirí, Norte de Santander.

Alrededor del Parque García Rovira se concentra el epicentro administrativo de la ciudad, con la alcaldía municipal, gobernación de Santander y Palacio de Justicia. Y allí también, la pequeña Capilla de los Dolores, donde escuchase misa el libertador Simón Bolívar durante su estancia mientras desde aquí seguía los acontecimientos de la Convención de Ocaña, hospedado en una casona a pocos metros de allí. Es la actual Casa de Bolívar, donde se conservan enseres y recuerdos de tal ocasión, además de importantes archivos, y muestras antropológicas del pasado del departamento y la Ciudad Bonita, y es sede de la Academia de Historia de Santander.

Luego de la independencia, en 1823 un decreto otorgó el carácter de “Villa” a todas las antiguas parroquias, y por disposición del Cabildo de Cúcuta el ya extinto poblado indígena fue rebautizado con el nombre de “Villa de Bucaramanga”.

El auge comercial

En 1857 la Villa de Bucaramanga es designada como capital del estado de Santander, título que perdería cuatro años después con la Villa del Socorro.  Pero las políticas de librecambio adoptadas por el Estado Soberano de Santander cambiarían la historia.

Construida luego de la visita del Libertador Simón Bolívar, la casona de dos pisos fue sede del Consulado de Alemania. Allí habrían frecuentado los laboriosos y acaudalados inmigrantes europeos, entre ellos el alemán Lengerke, precursores de la edad dorada de Bucaramanga como ciudad comercial. Foto: Gavassa

El arribo de progresistas inmigrantes europeos, como el alemán Geo Von Lengerke, el danés Christian Peter Clausen, los españoles David Puyana, Eugenio y Mariano Penagos, entre otros, sumados a destacados empresarios locales, le imprimieron una nueva dinámica comercial que llevaría a acontecimientos como la fundación del Club del Comercio, el primero junto con el de Manizales, y la fundación del Banco de Santander, uno de los más prestantes en la época de la naciente banca republicana.

Arriba, Club del Comercio en 1930. Foto: Gavassa. Fundado en 1.872 bajo el nombre de Liceo de Soto e inicialmente ubicado donde hoy es la Alcaldía, el Club del Comercio de Bucaramanga y el de Manizales son los más antiguos del pais. Ubicado desde 1.922 en el costado oriental del Parque Santander, en una bella edificación de estilo neoclásico, en la actualidad conserva intacto su estilo.

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Por todo ello la Constitución de 1.896 la declara definitivamente como capital del departamento de Santander.  Y así, la modesta ciudad que iniciase como asiento para indios lavadores de oro en el río, y durante más de dos siglos no fuese más que una llanura de maleza y pastizales, evolucionó protagonizando el nacimiento de la república y siendo testigos de trascendentales acontecimientos como la Guerra de los Mil Días, con la Batalla de Palonegro librada en los cerros donde hoy día está ubicado el aeropuerto con el mismo nombre.

Guerra de los Mil Días. Tropas liberales, previo a la cruenta batalla de Palonegro

Ahora la Ciudad Bonita, aquella que no cuenta con un acta de fundación oficial, encara el siglo XXI como epicentro de su vasta área metropolitana. Y así en nuestras calles no abunden los monumentos históricos, ni se hable de pasados heróicos ni tradición gloriosa, 400 años nos hablan de historia, progreso y empuje como promisoria ciudad región, irradiando bienestar para propios y visitantes, y sigue escribiendo doradas páginas de emprendimiento, tesón, protagonismo y desarrollo.